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Bariloche, destino para conocer la nieve

Bariloche, destino para conocer la nieve

Recordar la primera vez que vi nevar, que hundí los dedos en la nieve y que mis ojos se perdieron mirando el cielo moteado es como evocar un primer beso.

Esto me pasó en San Carlos de Bariloche, en la Patagonia, Argentina.

Ese lugar perdido en medio del parque nacional Nahuel Huapi, en donde está la combinación perfecta entre frío y chocolate.

El primer día, Bariloche amaneció con tormenta.

La nieve arreciaba contra los rostros, y aunque muchos corrían a ocultarse, yo no deseaba más que quedarme estático viendo el caer constante e irregular de este fenómeno meteorológico que en Colombia desconocemos.

La nieve de la Patagonia no es la misma que la de cualquier otro lado o, por lo menos, eso dicen quienes la han conocido en otros lugares.

Bariloche es el destino preferido en la Patagonia, no solo por argentinos, sino por otras nacionalidades como la brasileña.

En todas las temporadas del año llegan 700.000 turistas.

Sin embargo, solo puedo hablar del invierno.

A pocos minutos de salir del aeropuerto, los paisajes no tardaron en aparecer.

Resultan fascinantes, aunque nuestra guía, Gisselle Mahmoud, los desbarata y asegura que es una lástima que haya una tormenta porque así no podemos ver que la combinación de las montañas, el lago, la nieve y el sol hacen lo que podría ser el paisaje perfecto.

Días después tuvimos la oportunidad de comprobarlo.

Aun así, ese fondo blanco y negro, difuso y borroso genera un ambiente de nostalgia inevitable. ¿Nostalgia de algo en particular? No, simplemente permite que la vista se pierda en la infinidad de la nieve y se genere la necesidad de extrañar con una sonrisa de plenitud.

Ladeamos Bariloche y fuimos directamente a El Casco Art Hotel, en donde pasaríamos los días siguientes.

La palabra Art se justifica apenas se entra.

En todas las áreas se encuentra la colección ‘Zurbarán’: pinturas y esculturas originales de 40 reconocidos artistas argentinos como Pablo Curatella Manes y Fernando Fader.

Las obras de arte no compiten con el inmobiliario, pero sí con el panorama que se observa desde cada una de las 33 habitaciones que tiene esta propuesta de 5 estrellas.

Con y sin temporal, con y sin nieve, en verano o en invierno, la vista es acaparadora.

Ese primer día los copos caían torrenciales en el jardín fronterizo entre el lago Nahuel Huapi y el hotel.

Solo se alcanzaban a ver las bases de las montañas lejanas.

Sin embargo, era solo cuestión de tiempo para que se abriera el cielo y se descubriera el horizonte de colores fríos.

Las imágenes de paisajes en alta definición que se reproducen en los televisores en venta no se comparan con la vista que se observa desde El Casco.

Una secuencia de montañas nevadas que se reflejan en las tranquilas aguas del inmenso lago y un amanecer que incendia la nieve es la escena en las madrugadas que todo huésped debe ver en el hotel.

Después de salir, caminar, escuchar el crujir del suelo, es necesario un buen chocolate.

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