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El tuteo y el voseo

El tuteo y el voseo

En nuestro país poseemos unas formas particulares de hablar. Por eso encontramos, entre otros, que un olimareño se distingue de un montevideano y un serrano de un canario. Hay matices en el acento y en las expresiones. Dejo a un lado lo de rioplatense porque personalmente, lo entiendo como relativo a los habitantes de nuestra capital y a los de Buenos Aires únicamente. Por eso me sorprendo cuando se anuncia en el norte la realización de un torneo de confraternidad rioplatense.

He sabido que, tiempo atrás, el presidente de una empresa sudamericana mantuvo una breve conversación con el rey de España. Se dirigió al monarca de manera distante, preguntándole por su hija mayor, la princesa de Asturias. Don Felipe le respondió y utilizó el pronombre de segunda persona, hablándole de «tú.» Este hecho sencillo demuestra que, el rey trató con corrección al empresario. Sin embargo, lo hizo como si fuera un súbdito suyo. Eso colabora para recordarnos que cuando alguien emplea esa forma, se borran todos los tratamientos de mayor respeto y se pasa al familiar o amistoso.

No puedo dejar de mencionar una anécdota de mi infancia. Mis padres se habían radicado en Argentina y me inscribieron en un kindergarten. Recuerdo todavía las ceremonias patrias y los comentarios de mis pequeños compañeros. Sin embargo, ellos se sorprendían de mí y decían: «Señorita, este niño habla de tú». Ellos no sabían que mi madre uruguaya, curaba mis rodillas con «líquido Carrel», que yo usaba «buzo» y que en mi merienda había «cocoa» y «bizcochos».

Han pasado los años. Sé que es posible tutear a los alumnos universitarios en el salón, aunque ellos nos tratarán, en principio, de «usted». Tuve ocasión de enseñar a estudiantes muy jóvenes. Agradezco no haber perdido la paciencia cuando escuchaba cosas como éstas: «Si me decís cuáles son los puntos más importantes, te los respondo». Ellos, acostumbrados a tratar a los amigos de sus padres de esa manera, muy pronto se corregían sin advertencias. Por otra parte, cuando vamos a un comercio y a nuestros años nos tutean, a veces podemos sentir ganas de irnos sin comprar algo. Estas situaciones demuestran que el tuteo no nos iguala aunque lo diga la Constitución de la República. El tuteo, muchas veces, puede colocar a las personas en situaciones molestas y ellas sólo se resuelven con sentido común y tacto.

Cuando nos dirigimos a alguien de «usted» o «le hablamos de usted», estamos manifestando una actitud de respeto. Es una excelente barrera que puede evitar los excesos de confianza que traen muchos dolores de cabeza especialmente en la vida de relación. El de «usted» es un tratamiento habitual. Se comprende que unos muchachos se tuteen, pero no podemos permitirnos tutear a alguien cuando sabemos de antemano, que no podrá utilizar esa forma para dirigirse a nosotros. Por eso, un profesional no dirá «¿qué te anda pasando?» a una señora de ochenta y cinco años.

No somos personas «paquetas», educadas en el Palacio de Versalles. Nos tuteamos pero con prudencia. El tuteo generalizado se aproxima velozmente y a paso redoblado. Cuando se tutea, se besa y se besa porque hay confianza. Por eso se da el beso en los sitios más variados -oficiales y privados-que podrían levantar de sus tumbas a nuestros antepasados.

El tuteo afectuoso se da en la familia, entre amigos, en el trabajo. Nosotros utilizamos, por otra parte, el «voseo». Los diccionarios nos dicen que es dar a alguien el tratamiento de «vos». Es el que da más intimidad al hablar. Pero las cosas en su sitio, sin exageraciones. Todos debemos tratarnos con naturalidad según la edad y condición sin concedernos comportamientos impropios.

«Pasa el tiempo y el Uruguay mantiene sus rasgos más típicos», eran las palabras que escuchábamos por una radio en la década del cincuenta del siglo pasado. Por eso conviven hoy los usos del «usted», el «tú» y el «vos». Se mantienen firmes, salvan exámenes. El «vos» es un sustituto del «tú» y sabemos utilizarlos. Por eso sonrío cuando un extranjero me comenta que el «español es un idioma muy fácil de aprender mientras preparo mi desayuno cada mañana».

Roberto Cava De FeoEn nuestro país poseemos unas formas particulares de hablar. Por eso encontramos, entre otros, que un olimareño se distingue de un montevideano y un serrano de un canario. Hay matices en el acento y en las expresiones. Dejo a un lado lo de rioplatense porque personalmente, lo entiendo como relativo a los habitantes de nuestra capital y a los de Buenos Aires únicamente. Por eso me sorprendo cuando se anuncia en el norte la realización de un torneo de confraternidad rioplatense.

He sabido que, tiempo atrás, el presidente de una empresa sudamericana mantuvo una breve conversación con el rey de España. Se dirigió al monarca de manera distante, preguntándole por su hija mayor, la princesa de Asturias. Don Felipe le respondió y utilizó el pronombre de segunda persona, hablándole de «tú.» Este hecho sencillo demuestra que, el rey trató con corrección al empresario. Sin embargo, lo hizo como si fuera un súbdito suyo. Eso colabora para recordarnos que cuando alguien emplea esa forma, se borran todos los tratamientos de mayor respeto y se pasa al familiar o amistoso.

No puedo dejar de mencionar una anécdota de mi infancia. Mis padres se habían radicado en Argentina y me inscribieron en un kindergarten. Recuerdo todavía las ceremonias patrias y los comentarios de mis pequeños compañeros. Sin embargo, ellos se sorprendían de mí y decían: «Señorita, este niño habla de tú». Ellos no sabían que mi madre uruguaya, curaba mis rodillas con «líquido Carrel», que yo usaba «buzo» y que en mi merienda había «cocoa» y «bizcochos».

Han pasado los años. Sé que es posible tutear a los alumnos universitarios en el salón, aunque ellos nos tratarán, en principio, de «usted». Tuve ocasión de enseñar a estudiantes muy jóvenes. Agradezco no haber perdido la paciencia cuando escuchaba cosas como éstas: «Si me decís cuáles son los puntos más importantes, te los respondo». Ellos, acostumbrados a tratar a los amigos de sus padres de esa manera, muy pronto se corregían sin advertencias. Por otra parte, cuando vamos a un comercio y a nuestros años nos tutean, a veces podemos sentir ganas de irnos sin comprar algo. Estas situaciones demuestran que el tuteo no nos iguala aunque lo diga la Constitución de la República. El tuteo, muchas veces, puede colocar a las personas en situaciones molestas y ellas sólo se resuelven con sentido común y tacto.

Cuando nos dirigimos a alguien de «usted» o «le hablamos de usted», estamos manifestando una actitud de respeto. Es una excelente barrera que puede evitar los excesos de confianza que traen muchos dolores de cabeza especialmente en la vida de relación. El de «usted» es un tratamiento habitual. Se comprende que unos muchachos se tuteen, pero no podemos permitirnos tutear a alguien cuando sabemos de antemano, que no podrá utilizar esa forma para dirigirse a nosotros. Por eso, un profesional no dirá «¿qué te anda pasando?» a una señora de ochenta y cinco años.

No somos personas «paquetas», educadas en el Palacio de Versalles. Nos tuteamos pero con prudencia. El tuteo generalizado se aproxima velozmente y a paso redoblado. Cuando se tutea, se besa y se besa porque hay confianza. Por eso se da el beso en los sitios más variados -oficiales y privados-que podrían levantar de sus tumbas a nuestros antepasados.

El tuteo afectuoso se da en la familia, entre amigos, en el trabajo. Nosotros utilizamos, por otra parte, el «voseo». Los diccionarios nos dicen que es dar a alguien el tratamiento de «vos». Es el que da más intimidad al hablar. Pero las cosas en su sitio, sin exageraciones. Todos debemos tratarnos con naturalidad según la edad y condición sin concedernos comportamientos impropios.

«Pasa el tiempo y el Uruguay mantiene sus rasgos más típicos», eran las palabras que escuchábamos por una radio en la década del cincuenta del siglo pasado. Por eso conviven hoy los usos del «usted», el «tú» y el «vos». Se mantienen firmes, salvan exámenes. El «vos» es un sustituto del «tú» y sabemos utilizarlos. Por eso sonrío cuando un extranjero me comenta que el «español es un idioma muy fácil de aprender mientras preparo mi desayuno cada mañana».

Por Roberto Cava De Feo

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