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Viaje al centro del alfajor argentino

Viaje al centro del alfajor argentino

El empresario Jorge D´Agostini hizo una de las investigaciones más abarcativas sobre este dulce que revolucionó la Argentina.

Seis millones de unidades se elaboran cada día y no para de crecer.

Es un producto tan ubicuo y transversal que a veces nos olvidamos que está ahí.

Lo consumen todas las clases y en todas las provincias, desde hace generaciones.

Se come en los recreos, en los cafés, en las madrugadas después de una fiesta, simples, triples, en cajas de 12 que se traen de Mar del Plata, Córdoba o San Luis, se regala, se compara con los que se guardan en la memoria del paladar (¿viene más chico? ¿le cambiaron el chocolate?), se prueba alguno nuevo o de culto, pero siempre se vuelve al primer amor. El alfajor argentino.

El empresario gastronómico Jorge D´Agostini se dedicó dos años a estudiar este ícono indiscutido de la golosinería nacional y terminó convirtiendo la investigación en un libro que se auto-publicó y que hoy es un éxito.

Su curiosidad arrancó cuando leyó una nota en el diario con un dato que le llamó la atención: «Seis millones de alfajores se venden por día en la Argentina».

Por ese entonces vivía en Barcelona y estaba al frente de un restaurante.

«Es un producto omnipresente. Yo no sé de otro producto que se consuma tanto en otro país.

Es raro, es un furor que no pasa de moda», dice D´Agostini, que le dedicó el libro «a la industria familiar argentina» y pide que el alfajor sea declarado patrimonio cultural alimentario y gastronómico nacional.

En las casi 300 páginas recopila datos, imágenes, anécdotas y la historia de las familias argentinas que crearon las más de 50 marcas que hoy siguen vigentes.

Acá algunos datos:

-Argentina es el máximo productor y exportador de alfajores del planeta. El principal comprador es Chile. Lo compran más mujeres que hombres.

-El 50 por ciento del cacao que se usa en el país es para bañar alfajores.

-La primera receta de la que hay registro es de la hija de Juan Martín de Pueyrredón y está en un recetario que se guarda bajo llave en el tesoro de la Biblioteca Nacional. Es de 1840 y lo planteaba sin masa: tenía queso, membrillo y jerez. La primera representación gráfica es una litografía de una vendedora de alfajores en Alsina y Defensa (1844, Alberico Ísola).

-A diferencia de la mazamorra, otro dulce de la colonia, el alfajor es un producto que resistió la industrialización. De los vendedores ambulantes pasó a las pulperías, luego a las confiterías y después de que fuera industralizado a los kioskos.

-En 1853 comienza a asociarse al alfajor con la idea de regalo o souvenir. Según la historia, funcionarios que viajaron a Santa Fe para redactar la constitución se alojaron en habitaciones que estaban arriba de una pulpería -la pulpería del señor Marengo- donde se elaboraban alfajores. Hay registros de que al volver a sus provincias los constituyentes se llevaron alfajores.

-El creador del Havanna, uno de los alfajores más copiados, fue el pastelero Toribio González. Luego de meses de pruebas, el dueño de la empresa, de apellido Cisterna, le aprobó su histórica receta.

-Guaymallén fue uno de los pioneros de la industrialización y de hacer publicidades relacionadas con el el fútbol y el boxeo. Todavía siguen produciendo un millón de alfajores al día.

-En 1969 Fantoche creó el alfajor triple y se transformó en un suceso. Se quedaron con el 50 por ciento del mercado.

-¿Por qué el Capitán del Espacio se transformó en un alfajor de culto? D´Agostini lo explica: «Porque es rico, probaron 40 recetas antes de conseguir la definitiva. Y porque hicieron algo casi anti-capitalista, limitaron su producción, aunque la demanda era más grande. Eso generó curiosidad».

-En su momento de mayor fama, Terrabusi contrató a Mario Baracus -que intepretaba a Mister T en Brigada A- para promocionar el alfajor. La publicidad se filmó en 1985 en Los Ángeles y Cacho Fontana llevó 2 mil alfajores y 5 mil galletitas para usar en la grabación.

-El blanco y negro de Bagley fue un fenómeno a nivel estética. Su packaging de fines de los años ochentas lo creó el publicista Omar di Nardo inspirándose en el artista japonés Fukuda con la primera Mac que hubo en la Argentina. Para esa nueva versión se le agregaron 5 gramos de dulce de leche y almendras picadas por arriba. «En tres meses las ventas crecieron un 80 por ciento. Nunca vi nada igual en mis 30 años como jefe de Marketing y producto de Bagley», cuenta en el libro Hugo Boido

Por Cecilia Boullosa
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